La función del estómago consiste en recibir los alimentos parcialmente digeridos (es decir, masticados) y prepararlos para el intestino delgado. El estómago secreta ácidos que descomponen el alimento y lo hacen más accesibles a ser asimilado en el torrente sanguíneo una vez que llega al intestino delgado.
El estómago es uno de esos órganos a los que no se puede dejar de hacer caso. Cualquier problema estomacal nos altera, y los trastornos gástricos crónicos nos molestan durante todo el día.
Cuando la energía del estómago está agotada:
La persona tiene poco apetito, es melindrosa respecto a lo que come y normalmente sufre de molestias crónicas debida a la secreción gástrica acida. Suele sentir las piernas pesadas y el cuerpo se le cansa con facilidad. Suele tener dolor de estómago y, si come algo no apropiado, el dolor agudo puede durar horas. Los problemas estomacales suelen ir acompañados de otros problemas relacionados con la digestión: estreñimiento, diarrea o colon irritable.
Los problemas estomacales tienen efectos muy directos en nuestra psique. Las personas que tienen mermada la energía del estómago son malhumoradas, maniáticas y tienden a pensar demasiado, sobre todo en sí mismas. Dado que se cansan fácilmente sufren de la idea de que son débiles. Suelen tener poca seguridad en sí mismas. Padecen ansias de alimentos blandos y fríos, como helados de crema, y de bebidas gaseosas, pero en general tienen poco apetito. Necesitan descansar y prefieren estar reclinadas en el asiento, aunque estén sentadas en una silla de respaldo recto.
Estas personas tienen dificultad para recibir lo que necesitan. El funcionamiento del estómago es débil, lo que las hace sentirse mal nutridas y mal tratadas por la vida. Suelen sentirse frustradas. No disfrutan de la diaria lucha por la existencia, sino que todo lo consideran una molestia.